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CARTA XXXI, 28 ENERO 1911 229 Estaba yo muy atribulada, sufriendo mucho desde el Martes San'– to ; pero estaba en un estado, aunque de tribulación, de mueho reco– gimiento y unión con Dios. Mi alma gozaba de la presencia de Dios Trino y U no, distinguiendo a cada Persona Divina ; y gozaba tam– bién de la presencia de la Santísima Virgen ; pero de un modo sin– gular del Verbo Humanado; a quien me parecía ver en una altura sublime, que ignoro si era el cielo u otro lugar, pero parecía un cielo. Mi tribulación consistía en una firme convicción de que había trai– cio1~ado al Espíritu Santo y en El al Dios Verdad, Padre, Hijo y Es.:. píritu Santo, a toda la Santísi,ma Trinidad y a la Santísima Virgen, en mi trato con mi Director Espiritual. ¡ Qué ·angustias sentí ! ¡ Qué pena tan grande p~decía y cuánto sufrí en todos aquellos días l Pero el Señor, todo bondad para mí, me alentaba y consolaba mucho y me hacía experimentar delicias muy puras en 1m¡dio de las penas que parecía iban a acabar con mi pobre alma. Y lo mismo hacía la Vir– gen Santísima, quien también me consoló mucho en aquellos días. Des:r,ués que el Señor y la Santísima Virgen me prometieron que pronto, muy pronto, me sacarían del angustioso y complicado estado en que me pallaba· bajo la dirección de quien no era mi Director, o el designado por la Providencia para dirigirme,· y qúe pondrían fin a mis penas y lo harían por medio de V. R. 1 quedé yo mujr tranqtJila, y contenta, pero como aquel qué ·habiendo pasado una gran tribula– ción necesita u11 desahogo. Mejor dicho_, como si a una hija se le hubiera muerto su padre o a una esposa $U esposo, y habiendo llorado y devorado penas mil por espacio de tres o cuatro días primeros des– pués de_ su fallecimiento a causa del amor que siente por ellos y el estado de absoluta soledad y tristeza en que queda, le viese resucitado, pero separado de ella a una distancia que pudiese verle pero no abra– zarle. Yo había sufrido mucho. Devoró mi alm~t penas sin cuento en aquellos tres o cuatro días, porque creí .que Dios había muerto para mi, que la Santísima Virgen ya no era mía, y que el Verbo Humana– do no podía ya tener parentesco conmigo ni yo parte alguna en El, porque El era un Dios Verdad y yo un ser de mentira. Ya me había tranquilizado con las promesas de sacarme de la situación en que me hallaba, etc., y colocado en .un estado de consolación más que de dolor, pues mis sufrimient<?~·y lágrimas ya no eran hijas del ai:repentimien-

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