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226 CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON F.L P. MARIANO za el haber escrito la vida de Adán y Eva o sus relaciones con Dios en el Paraíso, y con cierta pena y sentimiento de que V. R. se en- terase de lo que yo había escrito. · Estando con esta vergüenza y confusión repitiendo como antes : j qué vergüenza!, j qué horror!, entedí que alguien me decía: «Deja a tu Padre que entre en tu alma; recorra sus senos y que vea todo lo que hay en ella y los caminos por donde has andado, para que te conozca plenamente, y descansa (en) este conocimiento dando fin a esas vergüenzas y temores, que tu Padre no es ningún extraño de quien debas temer ningún ma.l ; franquéale toda tu alma y quédate en paz». IO.-Con esto desaperció la tribulación ; pero faltábame la carta de V. R. para salir en realidad de verdad de ella, y así fué. El siguiente día, jueves, .recibí su carta y viendo confirmado en ella lo que _había entendido e_n Dios en orden a su celo, vigilancia, cariño y conducta paternal que observaría conmigo, lloré y con este llanto desapareció todo, angustias, temores, dudas, vergüenzas, tod·o. U na súplica y con ella termino. Le ruego, Padre mío, y lo hago postrada a sús pies, por amor de nuestro Divino Redentor Jesús, de Dios Padre y Espíritu Santo y de nuestra Inmaculada Madre, que no me abandone nunca, que me castigue, corrija y haga lo que l.e parez– ca; pero que no me deje, aunque quisiera yo algún día (esperó en Dios que no, pero es posible) abandonar la dirección, cualquiera sea el motivo que me induzca a ello, pues. no dude que será obra del de– monio, y que si tal hiciere me perderé, pues me hallo en un estado muy peligroso, se entiende para vivir sola sin dirección. Le ruego y suplico cumpla su palabra de venir en busca mía: cuando yo me ex– travío, que bien sé que s'i esto hace, tiene segura mi alma y a muy poca costa me conquistará y reducirá a Dios. Y a sé que no merezco ; pero lo merece Nuestro· Señor Jesucristo, cuya es mi alma. Hágalo por El, pues sería muy triste que esta mi pobrecita alma se viese pri– vada de amar a su Dios para siempre, no habiendo tenido en el mu·n– do ningún bien fuera de El. Yo a mi vez procuraré corresponder con oraciones a ,sus asiduos trabajos por mi bien y con serle muy obe– diente, aunque me cueste la vida. Nada rrie cuesta tanto como _escri– bir, ni .creo me costará, porque estoy persuadida de que peco en esto y ofendo a mi Dios ; pero aun así estoy resuelta a obedecer y le obe-

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