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INTRODUCCIÓN XIX salva e incólume la caridad ; de tal suerte, que úinguna de las per– sonas mencionadas ve comprometida su fama o buen nombre. Pero como dichos nombres, por Jo general, no interesarán al ledor, y, por otra parte, la prudenda tiene sus leyes, que es necesario observar, los hemos omitido casi siempre, indicándolos wn la inicial «Nn.. El realismo wn que se habla de los confesores podrá chocar algún tanto ; pero, desgraciadamente, son tan ciertos los hechos que se refieren y tan aleccionadores ·en esta materia, de suyo tan delicada, que hemos optado por no omitirlos. Además, hace ya varios años que aquéllos pasaron a mejor vida. Una sola cosa hemos omitido sistemáticamente : la relación de las faltas e imperfecciones -de la sierva de Dios. Puede decirse que todas las ,cartas están acompañadas de la lista de cuanto se acusaba en sus conf~siones ; a las veces, lo mandaba en papel separado ; pero más fre– cuentemente lo intercalaba en el texto, según se presentaba la ocasión, o lo añadía al final, antes de la firma. Hemos creído necesaria _esta advertencia para que los lectores com– prendan algunas frases que pudieran parecer algún tanto oscuras. Mu– chas veces, la M. Angeles pide en estas cartas a su Director que la absuelva de sus faltas y pecados, para quedar tranquila y perdonada ; mientras que sabemos por la Teologfa que, según voluntad e institu– ción de Jesucristo, la absolución debe darse de viva voz ·y pueden re– cibirla solamente los presentes. Se trataba, pues, de una absolución deprecativa y no sacramental, o, mejor aún, de una simple bendición, la cual, como se verá, producía muy copiosos y saludables frutos en el alma, que con ella recobraba la paz y el sosiego que inútilmente bus– caba por otros medios. * * * Con el mayor cuidado y esmero posible hemos transcrito ele los. originales autógrafos el texto que publicamos. Apenas se ha corregido la ortografía y la puntuación (1). Bien que la autora no escribía sus cuentas de condenc_ia para lanzarlas al público, pueden editarse sin retoques ni mutilaciones, tal .cual salieron de su pluma. (r) Ski entrar en la polémica sobré ,la grafía del apellido de la M. Angeles, es decir, si se ha de escribir Sorazu o Sorasu (cf. A1tfobiograf/a, p. 1:4, nota), ádver– timos que en la correspondencia se firmaba Sorasu, pero hemos adoptado la otrn forma por ser ahora la más corriente,. bajo la cual es conocida por sus escritos.

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