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XVI CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO de la gracia ;. es el laborío tenaz y constante de la naturaleza viciada por el .pecado. No nos cabe la menor duda de que la lectura de estas cuentas de conciencia llevará la paz, el consuelo y la luz a más de un alm:a atribulada (r). Antes de seguir adelante juzgamos oportuno llamar la atención del lectQr sobre un punto particular de la correspondencia. La M. An– geles reconoce .de buen grado que el fundamento y la raíz de todos .los dones de que Dios la enriquecía era la humildad. Y, sin embargo, a juzgar superficialmente por lo que dice en algunas de sus cartas,, se diría que había sido una .de las almas. más soberbias que han visto los siglos. Pero nadie medianamente versado en la hagiografía cató– lica ignora que los santos son verdaderos especialistas en buscar dic– terios y frases injuriosas, dirigidas, naturalmente, contra sí mismos. San Pablo se llama, sin rodeos ni eufemismos, abortivo, indigno del nombre de apóstol ; el Seo. P. S. Francisco de Asis se tenía por el peor de los hombres, capaz de cometer los mayores crímenes que des– honran al mundo; el .B. Diego José de Cádiz se suscribía abismo de maldad y sentina de culpas, etc. Del epistolario de la lVI. Angeles no sería difícil componer un florilegio variado por las expresiones y por los matices. Pero ¿, acaso este lenguaje no es verdadero ? ¿ O fue– ron tal vez los santos tan pecadores como dicen, en el sentido literal y ordinario de la palabra? Ni una cosa ni otra. Seríamos nosotros quienes viviríamos en el errór y en el engaño, si tal pensáramos. Sino que ellos miraban sus culpas con cri.stal de aumento, mientras veían sus virtudes a través del cristal de disminución .. Por eso debemos nos– otros. corregir la visión mediante el prisma del buen sentido y de la recta y exacta interpretación. Si tú examinas un vaso de agua a simple vista, te parecerá limpidísimo ; pero si lo haces con la ayuda del microscopio, te horrorizarás al descubrir las impurezas que contiene. Además,, los santos, iluminados por los resplandores de la luz in– creada, conocen de una manera muy elevada el contraste violento que (1) El lector se· habrá dado cuenta que vamos resumiendo las ideas expuestas en nuestra obrita anterior Una Flor siempre1 1 i·va, p. 20-211.

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