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XII CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO A tüdo ese cümulo de dificultades se .afiade una muy particular y muy dolorosa para ella: la dirección por escrito. La monja, a quien causaba verdadero pánico manifestar sus interioridades, sus íntimas comunicaciones con Dios, se veía obligada a hacerlo por escrito, siendo así que aborrecía el escritorio «tanto como el infierno, si no más». Fué, sí, un martirio para esta alma, humildísima, pero fué también una gracia muy singular para cuantos l::>an esta correspondencia . • Los impedimentos y obstáculos superados nos revdan la dificultad de las ascensiones místicas ; las lágrimas de los ojos y los suspiros del corazón manifiestan la flaqueza, in'nata, de la naturaleza humana ; míen-~ tras que las encumbradas alturas de la perfección conseguida son una prueba palmaria y evidente de los triunfos de la gracia, Todos los aspectos de la .dirección espiritual de la M. Angeles contienen ense– fianzas aleccionadoras para las .almas sedientas de perfección. Pueden mirarse en ella como en un espejo y aprender prácticamente del mo– delo que se les presenta los caracteres que deben revestir la verdadera y auténtica di.rección espiritual, pues suele habe1: direcciones que nada tienen de dirección. Ante todo salta a la vista la sobrenaturalidad: d Director es el Dios visible, y como a tal hay que tratarle en todo lo que al alma se refiere. Por otra parte, la dirigida debe manifestarse con sinceridad y candor infantil, sin hipocresías o falsedades. Des– pués, descansar con fe ciega y a,bandonarse incondicionalmente al querer del Director «cual masa de cera», como «pelota en manos del pelotari», .que dirá con donaire la M. Angeles. Por ültimo, nada debe ocultarse ; la dirección ha de ser íntegra y total, sin pliegues ni re– pliegues en el alma, que debe presentarse como un cristal trasparente. * * * Fuerza es reconocer que no era una empresa fácil la que el P. Ma– riano empezó el 2 de julio de 1910. El estado en que se encontraba el espíritu de la M. Angeles era por demás complicado, capaz de descon– certar a un maestro poco experirnentado. Sin embargo, ·el nuevo Di– rector no había recogido la herencia por propia iniciativa ni confiado en Ja·s humanas fuerzas y_ luces personales, sino completamente aban-

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