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354 LINO G. CANEDO « a juntar los nmos y mozuelos, hijos de principales, que les daban muy de buena gana sus padres, y enseñarles a leer y escribir, y la doctrina y policía cristiana, y baptizaron muchos, asi chicos como grandes, que se convertían por su predicación y por ver su buena vida. Oyendo esto tres religiosos de la Orden de Santo Domingo que andaban entre los españoles en la isla de las Perlas [Cubagua] tomó– les envidia santa de sus hermanos los franciscos, y queriendo hacer otro tanto como ellos, pasaron a la costa de tierra firme, veinte leguas al poniente de Cumaná, y comenzaron a predicar en una pobla– ción llamada Piriti [sic], que es de la provincia de Maracapana. Mas no fueron casi oídos ni vistos, porque unos indios los mataron luego, y según dicen se los comieron. Pasaron después otros de la misma Orden [de Santo Domingo] y fundaron monasterio en Chiribichi, cerca de Maracapana, y llamaron al monasterio Santa Fe». A continuación refiere Mendieta la rebelión de los indios que puso fin a este ensayo misional de franciscanos y dominicos. Se ve claro que utilizó a Oviedo, pero acepta y copia parte de la explicación del levantamiento indígena, que Las Casas da en su Historia Apologética 17 • Las Casas nos dejó un relato bastante distinto de los hechos. Comienza por atribuir la iniciativa y la primera fundación a los do– minicos. Según él, desilusionado fr. Pedro de Córdoba ante la forma final en que habían quedado las Leyes de Burgos, obtuvo licencia del rey para realizar un intento de evangelización en la costa de la tierra firme más próxima a la Española, donde no hubiesen entrado todavía cristianos. « El rey, como católico, se holgó mucho de ello y le mandó proveer de todo lo necesario para su viaje y estada en tierra firme a sus oficiales desta isla [La Española o Santo Domingo], los cuales - si– gue diciendo Las Casas - presentadas que les fueron por el P. Cór– doba las reales provisiones, luego las obedecieron, y cuanto al cum– plimiento, se ofrecieron de buena voluntad, cada y cuando que qui– siese, a cumplillas; y entretanto que se aparejaba, despachó él todos los religiosos que habían de ir, los bastimentos y aparejos para edifi– car la casa y todo lo demás que habían de llevar y dónde y cómo habían de poblar; deliberó el siervo de Dios enviar primero tres re– ligiosos a tierra firme, como verdaderos apóstoles, para que solos en– tre los indios de la parte donde los echasen, comenzasen a predicar y tomasen muestra de la gente y de la tierra, para que de todo avi– sasen y sobre la relación que aquellos hiciesen lo demás ordenar ». Seleccionados para la empresa los padres fr. Antón Montesino y fr. Francisco de Córdoba, con un hermano lego llamado fr. Juan Garcés, los oficiales reales de la Española proporcionaron un barco 17 Fray Gerónimo de MENDIETA, O.F.M., Historia eclesiástica indiana, lib. I, cap. 8. Por este pasaje se ve que Mendieta tenía a su disposición un manuscrito de la Historia Apo– logética, cuyo testimonio transcribe por extenso en los capítulos noveno y décimo, « pues aquella apología - observa - no está impresa ni se imprimirá (a lo que creo)».
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