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348 LINO G. CANEDO fácil de entender y encuadrar en la crónica general el relato de los an– teriores establecimientos franciscanos en la costa de Cumaná o de las Perlas. El estudioso se encontrará con que, cuando se iniciaron las misiones de Píritu en el siglo XVII, existía ya en Venezuela otra organización franciscana, con su centro en S. Francisco de Caracas y conventos en las principales ciudades del país, entre ellos los de Cu– maná, la Margarita, Trinidad y Guayana. Y si ahonda un poco más, hallará todavía - para su mayor confusión - que los conventos de Mérida, la Grita y el antiguo de Altamira de Cáceres (Barinas), junto con varias « doctrinas » en la región de la Grita, no dependían de Ca– racas, sino que constituían una especie de enclave de la provincia franciscana de Santa Fe de Bogotá. Todo esto forma parte de un largo proceso histórico, cuyo pri– mer punto de importancia fue el ensayo franciscano de Cumaná du– rante el período 1514-1522. A pesar de haberse escrito bastante sobre este interesante episodio misionero, no puede decirse que se halle debidamente esclarecido. Hasta hace poco, los autores solían limitarse a copiar - e interpretar - el relato del cronista de preferencia: Ovie– do o Las Casas. Después, ya con otras fuentes en que apoyarse, pre– valecen dos actitudes: la de no estudiar debidamente dichas fuentes, contentándose con referencias vagas cuando no erróneas, y la de in– terpretarlas según ideas preconcebidas, haciendo decir a los docu– mentos lo que en realidad no dicen, o en todo caso más de lo que dicen. Mi objeto en este corto estudio es el de reunir y analizar los testimonios que hoy poseemos sobre aquellas primitivas misiones, tratando de separar lo cierto de lo dudoso o meramente supositivo. Intentaré también encuadrar el episodio dentro de la historia general de los franciscanos en la zona del Caribe y ligarlo después a los posteriores intentos de la Orden para establecerse en Venezuela, hasta que esto pudo realizarse de manera permanente en 1575. Ruego al lector que tenga presente este finalidad concreta, lo mismo que la obligada limitación del artículo; ello les explicará el motivo de que no discuta algunos otros puntos relacionados con el tema, o no insista bastante en ellos. Lo dejo para otra ocasión, si Dios quiere. o <( de la Regular Observancia », y así se llamaron comúnmente hasta fines del siglo XIX. La reorganización de 1517 no puso fin, dentro de la Orden, a los movimientos separatistas, nacidos con el propósito de mayor observancia y más estrecha fidelidad al espíritu de S. Fran– cisco. Poco después, en efecto, surgía en Italia, la reforma capuchina, llamada así por la forma especial de la capucha. El nuevo grupo se independizó de hecho durante el siglo XVI y a principios del siguiente pasó a formar la tercera rama de la Orden bajo el título de Frailes Menores Capuchinos; popularmente, capuchinos o franciscanos capuchinos.

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