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PRIMICIAS FRANCISCANAS EN VENEZUELA 359 frailes que al fin pasaron a la Espafiola, con cargo a la gran expedi– ción de los veinte reclutados por fr. Juan Vic;ant, sólo el primer grupo - cinco o seis - tuvo tiempo si lo tuvo - de incorporarse a la obra misional que realizaban en la costa de Cumaná o de las Perlas fr. Juan Garceta y sus compafieros. Cuando los restantes llegaron a Santo Domingo, el gran experimento de evangelización pacífica había terminado. En septiembre de 1520, los indios de Chiribichi destruye– ron el convento de los dominicos, matando a los dos religiosos que en él se hallaban - su prelado, fr. Tomás Ortiz, había pasado a Cu– bagua -; esto fue el comienzo de un levantamiento general de los indios de la costa, que se extendió hasta el vecino pueblo de Cumaná e hizo que los franciscanos hubieran también de retirarse a Cubagua. Algunos de estos franciscanos, entre ellos el superior fr. Juan Garceta, regresaron a Cumaná con la expedición restauradora de Gonzalo de Ocampo (marzo de 1521) 23 • Allí los encontró Las Casas en el verano de 1521, y es indudable que ellos avivaron sus débiles esperanzas de éxito. Pero tal aspecto no nos interesa en este lugar; lo que deseo aducir es el testimonio del famoso clérigo sobre el estado de aquella fundación franciscana, puesto que se trata de un testigo de vista. « Habían ido ciertos religiosos de la Orden de San:t Francisco a poblar en Cumaná con aquella gente [la de Ocampo] cuyo prelado era un fraile llamado fray Juan Garceto, extranjero, creo que de Picardía, que había venido a esta isla con el que dijimos arriba llamarse fray Remigio; aquél era muy buen religioso y persona prudente, deseoso de hacer fruto en aquellas gentes. Estos religiosos, como vieron al clérigo con la prosperidad que parecía traer y buen recaudo para la conversión dellas, hobieron alegría inestimable; saliéronle a rescibir con Te Deum laudamus, diciendo: Benedictus qui venit in nomini Domini, y él con ellos dio muchas gracias a nuestro Sefior Dios de hallarlos. Tenían su casa y monasterio de madera y paja, y una muy buena huerta donde había naranjos de maravillosas naranjas y un pedazo de vifia y hor– taliza y melones muy finos y otras cosas agradables; todo esto habían puesto y edificado los religiosos de la misma Orden que fueron al principio, cuando el padre fray Pedro de Córdoba con sus dominicos, como en el cap. 54 de la parte II queda declarado. Estaba esta casa y huerta un tiro de ballesta de la costa de la mar, junto a la ribera del 23 El relato más completo del levantamiento de 1520 se encuentra en el informe del Almirante y autoridades de la Española al Consejo de Indias (Santo Domingo, 14 nov. 1520) que publicó Giménez Fernández (véase nota 16). Las Casas da su versión de los hechos en Historia de las Indias, lib. III, cap. 156, e Historia Apologética, cap. 246 (ed. Serrano y Sanz en vol. 13 de la Nueva Biblioteca de Autores Españoles, Madrid 1909). Sólo trata de la muerte de los dominicos, tratando de disculpar a los indios que los mataron. En Historia de las Indias (lib. III, cap. 158) alude al regreso de fr. Juan Garceto y « ciertos » franciscanos a Cumaná, con la gente de Gonzalo de Ocampo. En las instrucciones a Ocampo (Santo Do– mingo, 20 de enero de 1521) hay este párrafo: « En Cumaná especialmente haced que les hable el padre Fr. Juan Garceto, que con vos llevais, pues sabe su lengua» (Colección de documentos I, 439; v. nota 16).

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