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262 NOLASCO DE EL MOLAR la condición cristiana como una institución divina. Cierto es que en él Eiximenis nos da un poco de aliento al hacernos saber que « nues– tros enemigos infieles » confiesan que Nuestro Señor Dios ha ensal– zado, magnificado y elegido la condición cristiana donde aquéllos per– ciben « tan bello orden, y tan precioso ». Pero allí mismo el autor gerundense declara que las « personas iluminadas por la contempla– ción», imiumerables antaño, hoy son menos « a causa de nuestros pecados » 3 ª. La condición cristiana bajo los « espirituales » El autor, en el mismo capítulo 104, indica cómo la condición cristiana la ha establecido Dios en un orden completamente semejan– te al que hay en el cielo, « en el cuerpo de las jerarquías bienaventu– radas». Es indudablemente como adepto «espiritual» que él espera que en breve van a abundar no poco los dotados del don de contem– plación, de virtudes y de dones especiales de Dios 34 • Y ahí Eixime– nis, sin mucho rigor ni orden, nos da su sentimiento de que « parece que la ciudad del paraíso haya bajado a la Tierra y que el paraíso habite en el mundo ». Queriendo además confirmar sus simpatías e ilusiones recurre al Apocalipsis donde San Juan habría proferido tal profecía, y Eiximenis, no satisfecho de traducirla del latín al catalán, amplifica el pasaje para declarar que esta hermosa ciudad tendrá tan grandes gracias y dones de Dios, que será agradable a Jesucristo como jamás lo fue la condición cristiana desde los após– toles : tan santa será, y devota y alta, levantada a Dios por espíritu de contemplación, como « ahora » va a acontecer en general, para cumplimiento de dicha profecía. En este mismo capítulo 104 en que Eiximenis relaciona con tanto fervor el orden cristiano en la tierra con el del cielo bajo diferentes aspectos, en contraste con lo que defienden los iletrados que consti– tuyen el judaísmo y las demás sectas - con una intención en Eixi– menis que no podemos aclarar por completo -, él insiste en conside– rar cómo la condición cristiana está siempre dotada y ordenada por personas letradas, lo que al parecer no concuerda perfectamente con la gente sencilla y de pocas letras para la cual escribe el libro. Se 7 mejantes personas letradas han escrito muchas obras santas y exce– lentes, como escriben continuamente para que, al iluminar a la cris– tiandad, conozca ésta a Nuestro Señor Dios, así como la profundidad de sus obras, enseñando a todos cómo deben placerle en todos sus pensamientos, palabras y obras. 33 La misma idea, y casi con la misma explicación, se halla en el cap. %. 34 H. DE LUBAC, ob. cit., III, 455ss.

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