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]38 SERAFÍN DE AUSEJO acabará por llevar la frase al sentido de abreviar la palabra. Natu– ralmente, la Vulgata traduce el )...6yov de los LXX por el latino verbum. Al mantener este hebraísmo (verbum = «cosa», «decreto», « deci– sión », « exterminio ») y al entenderlo los medievales simplemente como «palabra», resultó que Dios tendrá por norma abreviar sus discursos, será parco en palabras, hablará poco, usará de « palabra abreviada ». Este pensamiento es totalmente ajeno al texto sagrado, tanto en su original como en sus versiones, lo cual vale incluso para la misma Vulgata. Porque aquí verbum conserva, evidentemente, el sentido del hebreo dabar, «palabra» ( = cosa, hecho, decisión). Pero, al inter– pretarlo por «palabra» (hablada), y al ver que lleva como calificativo el participio breviatum, resultó que el Señor usaría de palabra abre– viada. En nuestro pasaje de Rom. 9, 28 la Vulgata conserva todavía el futuro faciet. Pero, si tenemos en cuenta la frase con que se cierra el Evangelio de san Juan: « Muchas otras cosas hizo Jesús, que, si se escribiesen una por una, creo que este mundo no podría contener los libros» (Jo. 21, 25); y si, además, observamos que las palabras de Jesús en los Evangelios son bastante reducidas en número, compara– das con lo que podríamos esperar de la predicación del Hijo de Dios, se comprenderá que en la edad media fácilmente se cambiara el fu– turo por el pretérito, o sea, que en lugar de faciet se pusiera fecit. Te– nemos, pues, literalmente, la frase de san Francisco en su Regla II: Quia verbum abbreviatum fecit Dominus super terram, con la dife– rencia insignificante de « abbreviatum » por « breviatum ». En conclusión. La idea de que nuestro Señor Jesucristo usara de « palabra abreviada » en su predicación, como parece entenderlo el texto de la Regla, es totalmente ajena al texto bíblico citado. Mate– rialmente, la Regla reproduce las palabras de la Vulgata latina en Rom. 9, 28 (y las de Is. 10, 23 según los LXX), con pequeñas variantes. Pero el sentido que se les da es muy ajeno al del texto sagrado. La Vulgata, no sólo por ser prácticamente la única versión conocida en el ambiente general de Occidente en la época de nuestro Padre, sino por su manera de traducir el texto griego, pudo ocasionar semejante idea. Pero la tergiversación se consumó, a mi parecer, al interpre– tarse verbwn por «palabra» hablada 7 • Isaías y san Pablo, cada cual a su modo, se mantuvieron en la línea de que Dios había de realizar sus planes de castigo y de promesa consoladora con plena efectivi– dad y con firme decisión. Una torcida interpretación de sus palabras, ocasionada principalmente por la versión de los LXX en Isaías, y por la Vulgata latina en la carta a los Romanos, hizo derivar las frases 7 Cf. lo que más adelante digo sobre la interpretación de este texto en la época: inmediatamente anterior a san Francisco.

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