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CON BREVEDAD DE SERMÓN... 147 ,que solían tener esas palabras en los escritos o en los discursos ha– ·blados de otros autores contemporáneos suyos. 3. Yo me inclino a pensar que Francisco leyó esas palabras de san Pablo directamente en su lugar de la carta a los Romanos. Y las entendió, según costumbre de muchos exegetas de su tiempo, senci– llamente como suenan. Pero dándoles también, como se entrevé por el contexto, un matiz muy « sui generis », en conformidad con su mentalidad y espiritualidad propias. Y todo ello lo deduzco del contexto de todo este cap. 9 de la Regla II en que aparece la cita de .san Pablo, y de comparar este capítulo con el cap. 17 de la Regla l. El título de ambos es De los predicadores. Y la doctrina que en ellos impone Francisco a sus frailes y el espíritu que la anima son exacta– mente idénticos en ambas Reglas, aunque las palabras sean diversas. Había escrito el Seráfico Padre en su Regla I, cap. 17: « Ningún fraile predique contra la forma e institución de la Santá Iglesia Romana y si no le fuere concedido por su Ministro... Mas todos los frailes prediquen con obras y ejemplos... Ruego en caridad, que es Dios, a todos mis frailes, predicadores, oradores y trabajadores, así clérigos como legos, que procuren humillarse en todo, y no se gloríen ni huelguen: en sí, ni interiormente se ensalcen de las buenas palabras y obras ni aun de bien alguno que Dios dice o hace y obra por ellos alguna vez... Por lo tanto, todos los frailes guardémonos de toda soberbia y vanagloria. Guardémonos también del saber de este mundo y de la prudencia de la carne, ya que el espíritu de la carne quiere y se preocupa mucho de hablar y poco de obrar, y busca no religión y santidad interior de espíritu, mas quiere y desea religión y santidad externa y aparente a los hombres... ». Como se ve, es la humildad y la sencillez en el hablar, proce– •dentes de una vida espiritual intensa, de una santidad interior pro– funda, lo que Francisco exige de sus frailes en general, y muy especialmente de sus predicadores; y como base de todo ello, la humildad. Nada de prudencia según la carne ni de simple saber humano; sino espíritu sobrenatural y santidad de vida. En el cap. 9 de su Regla II, en forma mucho más breve, y concretándose más directamente a solos los predicadores, repite su– mariamente los mismos preceptos : « Los frailes no prediquen en la diócesis de algún obispo cuando por él les fuere contradicho. Y ninguno de los frailes tenga el atre– vimiento de predicar al pueblo, si por el Ministro General de esta fraternidad no fuere examinado y aprobado... Amonesto también y exhorto a los mismos frailes que en la predicación que hacen sean examinadas y castas sus palabras, para provecho y edificación del pueblo, anunciándoles los vicios y las virtudes, la pena y la gloria, con brevedad de sermón, porque palabra abreviada hizo el Señor .sobre la tierra ».

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