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EMILIO DE SoLLANA, O.F.M.Cap. DEL « ARBOL SERAFICO » ,., 1. - La idea del árbol en la Sagrada Escritura y en la liturgia « Plantó luego Yave Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo Yave Dios brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal » ( Gen. 2, 8-9). Después, cuando, cometido por Adán y Eva el primer pecado por haber comido del fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal, hace Dios sus planes sobre el hombre, añade con innegable ironía: « He aquí a Adán hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya a tender su mano al árbol de la vida, y co– miendo de él, viva para siempre. Y le arrojó Yave Dios del jardín del Edén» (Gen. 3, 22-23). Con lo que claramente se deja entrever que en este árbol había un antídoto de salvación. Es curioso observar que, cuando ya van a cerrarse los libros sagrados, al describir la ciudad de la Jerusalén celeste, encontramos esta profética y simbólica alusión: « Entre la calle y el río, a uno y otro lado, había un árbol de vida, que daba doce frutos, cada fruto en su mes, y las hojas del árbol eran saludables para las naciones » (Apoc. 22, 2). La Sagrada Escritura discurre entre las historias de estos dos árboles. Que el verdadero árbol de la vida, en contraposición al árbol de la ciencia del bien y del mal, ocasión de nuestra ruina, tenga magnífi– ca realidad en el árbol de la cruz, en el que Cristo nos redimió del * Esta monografía tiende, más que al estudio de los árboles que en ella se reseñan, al interés de enmarcar la obra de fray Vida] de Alcira, O.F.M.Cap., alumno de la provincia de Valencia. No es, por tanto, un estudio exhaustivo y sólo se intenta hacer notar la forma cómo se ha desarrollado y evolucionado la idea del árbol como representación de la vitalidad franciscana.

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