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-Oh, sí, bendito Cura -repuso- ; de aqui a Upata no hay más que unas horas. ¡ Unas horas! Por lo que yo había cabalgado no apun– taba menos de dieciocho leguas. El tiempo se puso de torménta, y llegamos al lugar ante.s que descargase, a las cinco de la tarde. -iViYa la boda y el Padre viva! -gritó el pueblo con jolgorio. Y en el mismo instante las aguas comen;– zaron a, predpitarse el:), tromba con buena dosis de furor. ,Improvisé rnn altar e hice los <bautizos esa misma tar– de. A las nueve, omitidos muchos de los requisitos pre– vios, ,pues había que aprovechar, ,el momento propicio, comenéé la ceÍ'emonia religiosa dél matrimonio, no sin la admiración de los circundantes, la mayoria de los cuales la ' presenciaban por primera vez. El aguacero y los festejos de la boda corrieron pare– jos tod.a la. noche, has.ta las siete de la mafiana, y a las ocho, contra la voluntad de los del cáserio, determiné . . . ' ' ' . . . . . regresar a Upata. 1O.~EL REGRESO La máyor dificultad consistía en atravésar él rio Ura– pa. Extendí una mirada en derredor, y todo era desola– ción. El río venia desencadenado. La corriente era arro– lladora. Blanco de espuma, rugía de tal manera que era preciso gritar ·para ·• fra:cerse, entender. . ' . - -¿Qué hacemos? -intefrogó el acompafiarite. , ... ,., ,• .. , -Lo .que .usted quiera --respondí-. menos volver atrás. Tengo que espar esta noche en .Upata. Subimos •un cuarto .'de legua. Inútil; la corriente era de impetuosidad brutal. 45

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