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EPILOGO _,-- .• ti Dice~ ,,.ias }:,iisto.rias qu,e en ,.el S,i~l() dí~cisé,i~! .}()~. des– cubridores del Nuevo Mundo encontraban indios por cientos de millares, casi todos pertenecientes a tribus valerosas, intrépidas y guerreras. Los misioneros del siglo diez y ocho ya no nos hablan sino de hallazgos por miles, y la mayoría de esas tribus, pacíficas, un tanto degeneradas. Hoy no los podemos contar más que por cientos, casi todos entecos, faltos de valor material y espiritual. Si no nos apresuramos a levantar esas razas, desapa- . recerán en breve. Y no es ni siquiera humano mirar eso con ojos de índiferencia, porque son seres de alma y cuerpo como nosotros; tienen derecho a subsistir, como lo tenemos nosotros; claman porque se les ayude a pro– gresar espiritual y materialmente, como se nos ha ayu– dado a nosotros. Rogate Dominum messis ... Rogad al Señor de los campos para que envíe operarios a las partes todavía in– cultas de su hacienda. 334

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