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guamacayo se puso a canturrear en las alt¡¡.s ramas del– árbol bajo el cual yácí~mos nosotros con ia ansiedad dr un alma en pena. ¡Qué raro! ¡u,n ,loro poraquellas :;,o-– ledades, por. las que no, había . aparecido en ._. los quince días ningún animal ni otro ser · volátil que Jos necrófa– gos z:¡i,_muros! Tanto ;más raro y ,ml~terioso, e,r¡t esto sa-" biendo que los loros salyaj,es nm)Ca andan solos, sino en ba,ndad~s, o por lo, menos en ,:¡:>areja 1 s. El loro cantaba y canturreaba, :o· mejor dicho, ' ·graz:.. naba, que no otra cosa saben hacer los -loros· salvajes. -'Padre· -'-dice MarcaUoL , oiga ése loro. ¿NO podrá usted matarlo?' ··¡ Qué banquété<. neis ' daríamos! ·· ¡ Ccih ,., él hambre que tenemos! ... ·· -Mucho fo dudo, Marca.no. Nunca he sido ' tirador, y además, no sé si acertaré a verlo, pues pare-ce . qUé ·~stá muy altci. ..Sin emJ?argo, por complac~rlos y para .que , se . anima– ran viendo ·que aún hacía por ellos algo, me incorporo. La vista se me fue y el mundo daba vueltas a. mi de– rredor. Trato de levan_t~rme; po puedo. ,Me arrastro par el suelo y llego hasta el pie del árbol; .me levanto aga– rrado a él ; espero un poco para tomar aliento y asen– tar el vaivén de la cabeza; cojo la escopeta .y... .¡pummm!, disparo hacia el punto -de donde .salía el craqueo,. pero sin ver al pájaro. ¡No ~E1;,di L EL!OJ;"O siguió craqueando sin inmutarse. .La detonación, . colándose por la maleza; llegó en ondas in– visibles hasta la lejanía. Meto un segundo cartucho en la escopeta para disparar de .nuevo.,. En esto se, oye un estampido a ·· r~g·ular .dista11t1a: -- ¡Marcano!, 281

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