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de, y que al fin séConténtabaéon agua si 'la había. Cuan– do me veía calentando afanoso <el agua o haciendo el chocolate, llemaba a Marcano y le preguntaoa: -Dígam.e, joven; ése qué está en cuclillas, ¿és el nue– vo cocinero del- hotel? Pues· silo es, ¿dónde está su go– rro blanco? , Al servirle el chocolate, ·{cuando lo tuvimos), o ·1as po– marosas· (cuando las conseguía), . me ciaba l~s gracias muy cumplido diciendo que yo era 'un excelente camare– ro. Siempre estuvo de buen humor. ¿Y el piloto l\1:arcano? No hallo palabras para ponde– rarle como es debido. Su actuación ante la desgracia que se cernía fue impecable, y merced a ella tuvimos el mínimum de desastre ante el máximum de peligro. Con él me ·identifiqué después de tal manera por su buen ca– rácter, por su , mejor .corazón,. que llegamos a tratarnos COIJ:?.O · intimos hermanos. No niego que quizá ,mis _ cuida– dos le . sacaron a •flote de la gravedad en que se hundía, pero también ' reconozco que debido a él no perdí yo mis alientos, que tal vez no _hubiese resistido lo que resistí de no haber encontrado en él .Ja bondad y jovialidad que mucho me atenuaron el l;1ambre y la sed, y, aunque sus heridas poco le permitieron trabajar, pero .no dejó de arrimar ... el hombro .siempre ,que pudo. Con un compañe– ro como Marcano se va hasta el fin del mundo por enci– ma de obstáculos y contratiempos. Nueve personas éramos del raid aéreo la carga ... Una pereció. envuelta en la catástrofe. Tres · salieron para afuera ilünediatamenté ' después de ella. Otra dejó de existir a los nueve días, Quedábamos cuatro en el co.:. 276

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