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que se calmó un poco con el fresco de la mañ an a, Por la tarde volvió a empeorar hasta el punt o de creer yo que su vida sería cuestión de pocas horas. 4.-OTRA '.VEZ EL AUXILIO DEL CIELO. ¿Iría a mori-rse sin recibir ,el bautismo - que espontá– neamente había solicitado? ._Mucho me temía, ptiro algu– na esperanza abrigaba, porque en medio , de su extrema gravedad, Mr. Grab conservaba aún toda la lucidez de su c'oú.ócimiénto, .'y el cielo empezaba a encapotarse, co– co pude entrever por los exiguos cl'atos 'del monte. La luz del día se desvaneció enteramente. Mi reloj apuntaba entonces las seis de la tarde. Prendimos un cabo de vela, remanente de las cuatro que habíamos ha– llado entre los escombros del avión, destinadas , para Jas -religiosas misioneras . de Luepa, y contemplábamos a su pálido fulgor aquella escena dolorosísima , con una ten– sión de nervios que nos crispaba el .cabello. Yo. sudaba, y no sabía si era de calor o de angustia o de ambas co– sas, porquea_mbas, cosas me fatigaban. Hacía un bochor– no asfixia:i ;i.te . AL,fin, erµpezó a rodar porJas altas cumbres la voz de la tormenta con relampagueos que lilumina,ban el inte– rior de la selva, y a los ocho se desató un formidable 'aguacero. ' 5.- BAUTIZO EN PLENA SELVA. 1 Lo primero que -hice •·_ fue ·.coger un potecito de agua, · y llegándome a la cabecera de Mr. Grab, le pregunté: 271
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