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, .. , hubo fiera dafüna que nos atacase; para mal, porque no h{vinios blanco 'alguno de cázá. ' 1,-, '.·• ·· . .-:· ."· . ,,,, ·,' ,, Sigo ; h~rgando; y husme,ando... ; llego a lo, ,más es– peso de, la espesura, donde,. el sol no ha penetrado ,desde el principio de:, los tier,npos, y sobr.e . el sµelo , encuentro unas hojas secas, arrugadas,. las cuales en sus repliegues conservaban aún algo de tierra húmeda con bichitos blan9os que se cirrtbi':eaba11 tatvei en una agonía seme– jante ala nuestra. Las r:cojo con cuidado y l~sllevo al campa:iüen to. ¡ Cóm~ se alegraron los comensales al ver el exquisito plato que les servla! ¡Conqué avidez devo– rál: >b.mo( tierra y gusanos pá_'i;a .sentfr lln poco de suavi– dad en la garganta! ' 7 ,..;._POMAROSAS SILVESTRES, Mr. I'erry seguía inconsciente; , no cesaba de ,dar vuel– tas y ,pataleos. Temiendo ,nos hiciera pasar otra ,noche como la anterior, busco una llamaca, la cuelgo entre. los árboles y le acomodo lo .mejor que .puedo. Salió ,.g.anando; pero sólo así pudimos dormir un poco y recibir con algo dé' sosiego el día cuarto que transcurrió más o me– ríos con las mismas vicisitudes del tercero. Los avlories ibail y venían'; yo quemaba cuanto era de arder en la seivá:, que .con haber ' tanto árbol y ser tanta la sequía, apenas encontraba ' cosa ' que fuera pasto de las llamas. En ' una de estas excursiones que hice á buscar leña ehcontré cierta cla~e de :fruticas, del 'tamaño de una ce– reza, que ,_.• después ,·; ~pe '1as 'nam¡n pomaro;a silve;tre, Verdader~mente, tienen cierto sabor a manzana, pero no deJó de ser una em'presa arriesgada el comerme la pri~ 260

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