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junto a 1.a máquina, :fuertemente enlazados uno a otro por cabillas ,de lüerro. -jSon cadá.veres! -elije. El corazón, que rne latía fuertemente por el esfuerzo reaUzado, cas~ se me ,paralizJ:1,. Un escalpfrío sacudió to– dos mis nervios. Enyonces :comprendí, con ,:i:nayor preci– sión, el horror de que m,ilagrosamente había escapado. 6. EN LAS FAUCES DE LA MUERTE ¿Pero no era casi tan horrorosa la situación en que los supervivientes ..quei;iábamos? Si elWs habí:,W ,muerto, nosotros estábaino~ en las fauces de la muerte. , SI ellos habían sucumbido, nosotros estábamo~ a punto de su– cumbir. Habíam9s soslayado el dardo letal de la caída; mas ¿cómo soslayar áhora . la lluvia de dardos mortales que por tocias partet's'e no~ disparaba? Habíamos caído en el centro, en el corazón mismo de tiria selva que de Norte a Sur no tiene menós de '150 kms. y de Este a Oeste son incontables, pues pártiendo de la Guayana Inglesa atraviesa toda la región del Cuyuni, la?''del Yuruán y· lueg0 1& del Supamo, para meterse por la del Paragua, para unirse con la infinita selva del alto Orinoco que , se •da la ·mano con la del Amazonas. Los horrores y peligros que esta selva acumula sólo una ima– ginación dantesca los podrá describir con aproximación a )a, realidad; peUgros 1a cada momento, •camh1ando y en reposo; peligros del suelo accidentado, ., .llen'O de . precipf,.. cios; peUgros de .anim.ales y bichos dañinos, pel~gros de lÓs árboles y ramas que continuamente se están desga– jando, peligros del aire que con dificultad circula dejan– do el ambiente saturado de descomposiciones vegetales, 239
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