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discurría sobre la sentencia del Salvador: messis quidem multa... , la mies es mucha... ; mi corazón elevaba accio– nes de gracias al gran Padre de Familias, porque se ha– bía dignado nombrarme su operario, y mi pecho se en– cendía en ansias de llegar cuanto antes; no fuera a ma– lograrse la cosecha. En Madrid me esperaban ya mis cuatro compañe– ros. Juntos seguimos vía férrea a - Barcelona, al galope visitamos los santuarios .más célebres, los edificios más artísticos de la capital condesa, y subimos al vapor Ora– zio, elegante y espaciosa motonave italiana de 14.000 to– neladas, que había de conducirnos a las costas del mun– db- occidental. Soltaron las amarras; empezó el barco a evolucio– nar. La gente de -tierra se apiñaba, sobre el muelle agi– tando, frenética, pañuelos y sombreros, a lo cual respon– diaffdos.,. de a - bordo, apretujados contra la baranda de los,corredores... Todos tenían quien les diese un afectuo– so adiós, ¡menos los cinco _misioneros que, hieráticos, desde un rincón de la . proa, contemplábamos absortos -por primera vez- tan emocionante escena! Con pitido l'Onco, entrecortado, como quien no acier– ta á hablar, lanzó su despedida la sirená, y la casa flo– tante se alejaba '.:., se alejaba majestuosa del puerto, produciendo hondas emociones en nuestro espíritu. Las siluetas del muelle se .· achicaron...,_- se desvanecieron ... 4.-EL CIEN DOBLADO Un estremecimiento insólito invadió entonces todo mi ser: ¡La añoranza de la patria, dél hogar, de aquellos seres tan queridos que tal vez nunca volvería a ver! ... 16

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