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Mi charla, aunque imperfecta en el idioma de ellos, salía continua, sin hesitaciones ni prolongadas pausas. Me . hábía ·dado <cuenta ya en otras ocasiones que, pa·ra los indios, el hablar .copiosamente y sin levantar la voz era captarse la admiración y be:nevolencia de ellos. Cesé de hablar y se siguió un ligero murmullo entre los circunstantes, como rumor de pechos que se desaho– gabán... Me incorporé; saqué una navaja del bolsillo, la abri y empecé ·a hacer)ncísiones en un palo, conio pata pro– bar su buen· ''fílo, y, plegándola, se la ofrecí a.F capitán como reg·alo que él .aceptó graciosamente. Esfe, por, su parte, .mandó a las .indiasJ las eriales se habían metido todas en la choza después .de la llegada de los varones; que .• sacaran comida para los presentes. Salieron aL punto con sus ollas hirvientes de ajf y gruec. SO$ trmms de pescado fresco. Comim.Ós a satisfacción y nos fuimos a dormir, colgando yo nii hamaca en la cho– za del jefe. 8.-SÉRENATA INDIA. Tres fogones, alimentados por sendos · leños, disipaban ías tinieblas de aquella morada tétrica sin ventanas, a través de cuyos resplandores se veian colgando o rodan– do por el suelo, arcos, flechas, cerbatanas, utensllios de pesca, ralios, camazas y sebucanes; esto era todo el ajuar de la casa. El humo recargaba el ambiente, ya 1nsand, al no encontrar el callejón de saUda. Todo estaba en re– poso ... ; sólo a cortos intervalos se oia el monótono ruido de algunas hamacas que eran mecidas acompasadamen– te. cuando más enajenado me hallaba yo por los pensa- 197
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