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sacó ive~ntisiete, cada una .con su· bolsita, dejándome otros tai1tos huecos en .ellos. Creirnos .haber acabado con los jeb,useós. Mas no fue, así, porque ·habiendo pasado en desazón toda la noche, vuelvo. a hacerme .examinar al día siguiente. y me sacaron veintinueve. ¡Cincuenta y seis., huecos en ·los pies! ¡Cincuenta y seis ayes al cami– nar! ¡Cincuenta y seis maldiciones a esta clase de pul– gas! 6.--:;IlE .RAUDAL EN RAUDAL. Regresarón :rriis indios, ; como , diJe, a' las cinco horas con Ótra em.barc·;ción más .elegante. Él'a . una ' canoa, 110 de corteza, sino d.ei ' tronco gruesó dé un árbol, que ha– bían pulido Y 'áhue·éado hasta darle forma conveniente para que bogara .. y llevara carga. Metidos en ella los bárt1Íl?s, nos .· echamos rib ábajf Al poco rato Hegamos a una serie de raudales o torreúteras que, aunque no pa– recían gran cósa,'' mas algunas ;tenian dos metros de caída~ Los indios, sin decir oste ni fu.aste, se .lanzaron de cabeza sobi'e la primera. .iÚ 'percatarse 'del peligro, te– miendo por mi vida y pol' la 'berdida de los objetos'. les grité ·con ·amenaza que ' bogaran hacia la orilla. Pero la corriente nos había cogido ya por sll cuenta y nos llevó irresistiblemente a la ·segunda, a la · tercera... , a la últi– ma. Los : iridios aurlaban como araguatos, blandían los cailaletét 'hacían contorsiones y lo toiiiaban a fiesta di~ vertida; yo me desesperaba encomendándome a todos los. santos y haciendo eL acto de contrición. Al caer por la torrentera, iba la .curiara disparada como Una flecha, dando la, sensación de marchar de .proa al fondo; des– pués de .haber . caido, se empinaba, pareciendo que ,iba a hundirse de .popa; en el espacio entre uno y otro raudal 194
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