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taba la india -era de unos dieciséis años- le puse la santa Unción, pues ·estaba bau'tizada ' ya ha'cía tiempo. Grande era mi desconsuelo por no tener a mano nin– gún antiofídico. Todo lo que portaba era un frasco de creolina, sustancia similar a la que en España llamamos zotal, que usába yo corn.o desinfectante para las llagas y heridas. Hice esto con la enferma en el punto donde presentaba la mordedura, y ante caso tan grave pensé : "Si la creolina es desinfectante externo, es .posible que en pequeña dosis surta también efecto saludable inter– namente". Pensarlo y ponerlo •por obra fue . todo , uno, porque el caso no admitía demoras. Eché unas •cinco go– tas en medio vaso de agua e hice que lo bebiera. La pó– cima debió saberle a demonios, pues se resistía a tomarla y "le •venían 'náuseas. Mas al . fin la tragó, calmándose, y noté a las tres horas que habían cesado las hemorragias. En vista del éxit o, hice que tomara otra dosis a las cin– .co de 1a t ard~; y ,amaneció en franca m.ejoría. Una ter– cera dosis ,Y f\.. 1o8c ,. cuatro días, ,deshinchada, caminaba perfectamente y comía como los demás, sin presentar indicio alguno de desequilibrio mental, efecto presentado en algunos que habíamos tratado antes con antiofídicos patentados. Excuso decir que mi fama de galeno corrió por J odps los otros caseríos como reguero de pólvora, co– sa, q~e a los piaches ~bruj9s indios) les debió saber a cuerno quemado. El uso de la creolina por •vía interna rríe dio poste– riormente buenos resultados también en animales vacu– nos mordidos de ·culebra, sirviendo mayor dosis. .184

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