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AL LECTOR Porque muchos me han rogado que publique los he– chos más salientes de mi vida misional en las regiones tropicales del Caroní (Venezuela), donde estuve traba– jando por espacio de quince años, y porque tales hechos pueden servir para que los lectores se den cuenta de lo azaroso que es errar por aquellos breñales, donde acecha la muerte, en busca de las ove1as que aún viven fuera del aprisco de la Iglesia y cómo el Buen Pastor ha provtden– cia especial de los misioneros que por su amor se lanzan a reducirlas, heme resuelto a publicarlos. Mas, quiero que el lector tenga muy presente que si Dios nuestro Se'ñor da fuerzas a sus operarios para aco– meter tan arduas em"1»"esas y les libra con frecuencia de peligros que tienen todos los visos de mortales, no es de balde -pues sería esto algo así como cierta falta de equi– dad en el ecuanimísimo distribuidor de todos los bie– nes-, sino que lo hace en virtud de las plegarias y sacri- 10