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otros rrüsioneros les pasa; segúrf me . han referido: lino o dos 'días antes de emprender excursiones· de cierto pe'– Ugro y•i duración, nos ataca -'Una fiebrecita que escasa– mente '·l:lega a los 38 .grados .y que persiste .hasta unas horas 1después de iniciar la marcha. No produce otros efectos ni nos asusta ya; la denominamos fiebre del via– jé ... Habría andado como quinientos metros y, volviendo la vista atrás, observo que tanto el padre Nicolás como iós indiecitos del · cole'gio estaban inmóviles aún sobre el borde . de la explanada en que se levanta la Casa-Mi– sión, siguiéndóllle con los OJOS. Levanté la rrÍ.ttno para . ;_ . - . , despedirlos de nuevo, caminé tarareando aquella barca,- rola que había aprendido en mi vida colegial: Los que quedan en el puerto, cuando la nave los deia, dicen viendo que ·se aleja: "¡Quien sabe si volverá!" Cierta, ¡mur cierta!, tan cierta como aquella ' otra es– trofa cantada también repetidas V'éces en el mismo co– legio: ' · Tristes ,los. que vivimos , siempre agobiados por el sufrir., , viendo . donde nacimos, .·'pero ,ignorando dónde morir. '·,¡ ... . - En realidad, de verdad; por estos campos y selvas nó menudean -las fieras malignas con aquella frecuenGia -que yo me imaginaba; no ·es un andar a cada paso ma– tando ' culebras y bichos ponzoñosos. Pero es muy cierto 164
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