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Finalmente, había recorrido el Sur hasta la frontera con el Brasil y cabeceras del Uairén, lugares diamantí– feros que po~teriormente _han sido la codicia trágica de civilizados. Los diamantes de mi codicia eran las almas de los indios residentes en Maurak, Karuku-merú y Uai– rampái. Todas estas excursiones habían abarcado una exten– sión de diez mil kiló'metros cuadrados, que hube de me– dir a pie. 2 .-COMPLETANDO LA EXPLORACION Mas !linguna de ella:, alcanzó la duración ni llegó a la magnitud de peligros e importancia que tuvo la que hice. por los ríos Tiriká y Caroní abajo hasta la boca del ..Urimán. N'o era yo tampoco el primero que entraba por los lugafes de _mis excur¡;iones anteriores; habíanme prece– dido a, uno u otro punto varios misioneros Capuchinos. En cambio, en ésta que voy a. referir penetré por sitios que no había visto misionero alguno -al menos que yo sepa-, y hubo indios adultos que me dijeron ser la pri– mera vez que veían un hombre civilizado. Además con esta excursión quedaba virtualmente ex– plorada toda _ la región del Caroni, perteneciente a nues– tro _Vicariato Apostólico. En 1928, los insignes misioneros padres .Ceferino de la Aldea y Nicolás de Cárm~nes, con arr~jo 0 Y fe inusitados, parti~ndo del Norte, remontaron el río Caroní _hasta la boca del Ptimán, metiéndose lue– go por este río para atravesar la sabana de Kamarata. Ahora iba yo, saliendo del Sur, a atravesar la Gran Sa– bana para bajar por el Tiriká y luego por el Caroní has– ta la boca del Urimán, completando así el recorrido. 162

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