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Otras ;escenas de vida · religíosa dejaban nuestro cora– zón inundado de santa .. alegría: Era el jueves espléndido de la Ascensión del Señor. Un grupo de colegiales y colegialas, preparados conve– nientemente por los misionerós y vestidos con elegancia de blanco por las misioneras se acercan por primera vez, como bandada de palomas, a la fuente de la Eucaristía. En sus rostros y en el ·de los circunstar,¡;es se refleja la emoción de ese acto por si solo imponderablemente gran– dioso, que nunca se había realizado alli en el transcurso de tantos siglos desde que fue instituido. Detrás de ellos, indios mayores, unos en mangas de camisa. otros ·con ro– pa maltrecha, casi todos descalzos -la pobreza no nos daba -para vestir con elegancia ·· a todos-, pero con ' las manos jüntas y con la fe y devoción de los buenos cris– tianos, se acercan también a recibir a Jesucristo. ¡Oasis de inefable consuelo para nosotros, los misioneros en medio de aquel anchuroso desierto de trabajos! Al ver desfilar por la · mesa eucarística - a . aquellos pobres, rotos y descamisados, evocaba con emoción la parábola del Evangelio, en la que el rey mandó invitar al banquete a cojos, ciegos, mancos, lisiados y pobres. ¿No es verdad que en todos aquellos se encontraban también represen– tados todos nuestros indiecitos? Los días y las .estaciones pasaban con sus respectivos trabajos. Llegó la época de la cosecha, y vimos el sudor de nuestra frente coronado con granos de maíz, .. arroz y legumbres, con los exquisitos bananos, con la dulce caña de la cual sacamos el papelón, con otros frutos de sabor agradable, p~ra nosotros y para los indios. Ya no tienen necesidad los pobres de andar. buscando hierbas insípi– das y peligrosas por los montes. Ya les hemos introdu– cido vacas, ovejas, cerdos y aves caseras; ya no tienen 158
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