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252 Se acostó riendo, pensando que el mundo estaba a sus pies. Despertó llorando, porque el mundo ni se enteró. 253 Aquella actriz, entrada en años, era tan presumida que se le ocurrió preguntarle al espejo por su belleza. Y el espejo no supo disimular. 254 Desde el día en que Salomé bailó ante el rey Herodes, la danza de la mujer, para agradar a los hom– bres... , comenzó a pagarse a precio muy alto. Aquel día costó la cabeza de un profeta, servida en bandeja de plata. 255 hay quienes piensan que, con dinero, ponen de rodillas a los demás. Ignoran que es el dinero quien los tiene a ellos de rodillas. 256 La envidia es como el humo o la niebla. No permi– te ver el bonito paisaje de los demás como es. - 125 -

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