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se glorió ,el hombre de su naturaleza, y al ángel ,])€ato se 1dió más edén. Su solo recuerdo despierta a los tres, que van congregando a los otros hermanos. Y un círculo forman, juntando las manos, y cantan a «;Ella», que vendrá después. Se acerca ya «,EJJia». Mirarla es amar. Despliega los cieJos su blanda sonrisa, y eternos amores conmueve su 'brisa cual viento en la tarde las olas del mar. ¡Oh hermanos felices, que a su alrededor fornnáis grá,ciJ danza con música leda, no tanto las manos trabéis, que esa rueda viviente nosotros haremos mayor! Un día en ,que el coro más suave cantó, y el cerco giraba con más alegría, y cuando la Virgen mejor sonreía, su ritmo el hermano Francisco paró, y dijo arrobado a la Santa Beldad: «Pues tanto Te amamos, Divina Princesa, ¡ si ,en mi Orden quisieras hacerte profesa y ser como hermana en mi fraternidad ... !~ Callóse la boca y siguió el corazón. «¡Sí, sí! »,-suplicaba Fray Gil jubiloso, 54

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