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Aunque haya cruces grises sobre los montes, un:a esmeralda aniña los horizontes. ¡ Qué hermosos, mi ;pastora, son tus rediles: más que vergeles lindos, más que pensiles ! Yo fuí cordero incauto por pocos años. Ni aidvertía idel lobo los mil engaños. Iba solo por troc,has y pedregailes, sin saber de los bienes ni de los males. Y luego, sin que el caso mi mente entienda, una voz misteriosa se oyó en mi senda. Sifué la luz ... , o Tú, no sé, Pastora. Lo cierto es que hubo estrejla sobre mi hora. Fuí llevado a tus campos, donde buJlían seráfi.cos corderos que Te seguían. Allí pasté las flores que Tú cuidabas y que en tus mismas manos, Virgen, me dabas. De allí, tal vez, veía la saña terca con que el lobo llegaba hasta la cerca. Y le vi como siempre, taimbién huía al decir tus corderos: ¡Ave ;María! 16

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