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La Cruz Sacrosanta que estrecha en sus brazos Del Hombre extenuado las fuerzas agota. Y cuando en su frente la sangre que brota Empaña su rostro bañado en sudor, Y al par que en los labios expira su aliento Y sufre tortura su cuerpo Sagrado, la culpa que al Mundo sumió en el pecado Le hiere en el alma con furia mayor. Por áspera senda que al Gólgota asciende El Verbo divino las heces apura Del cáliz colmado de acerva amargura Que al Padre celeste le quiso ofrecer , Y cuando rendido y exánime cede Al bárbaro empuje de plebe insensata La tierra que pisa, no menos ingrata, Peñascos y abrojos le ofrece al caer. El límpido cielo mostrando su enojo Oculta entre sombras su tul transparente; No hay brisas piadosas que besen la frente Del Mártir que cumple bendita misión. Más El a su Padre levanta los ojos Y exclama animado de dulce esperanza: «Detén tu castigo». «Detén tu venganza». «Y al Mundo redima mi muerte y pasión.» (Año 1898) (Sacado de una Novena a Nuestro Padre Jesús del Perdón.)
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