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DUODECIMA ESTACION: Jesús muere en la cruz «Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrega .mi- .espíritu; y diciendo es– to, expiró» (Le. 23,46). Os adoramos, Cristo, y os bendecimos. Porque por vuestra Cruz redimiste al mundo. Señor, ¡qué sentimientos más nobles has inspirado a los humanos en esa posición de crucificado! Con una de ellas, quiero dirigir– me a TI. Dice así: No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan tenido para dejar por eso de ofenderte. ¡Tú me mueves, Señor! iMuéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido! iMuéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que, aunque no hubiera cielo, yo te amara y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
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