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DECIMA ESTACION: Jesús es despojado de sus vestiduras «Se dividieron sus vestiduras, echándolas a suerte» (Mt. 27,35). Os adoramos, Cristo, y os bendecimos. Porque por vuestra Cruz redimiste al mundo . Tu muerte, Jesús, no es la de un mártir. Mas bien es la de un malhechor cualquiera, tan despreciable como todos, mucho más ri– dículo que todos . Comenzaste por ser coro– nado de espinas y cubierto con un trapo rojo. En las manos, un cetro de caña, para hacer completa la comedia. Y ahora se divierten qui– tándote tus vestidos y repartiéndoselos en tu presencia. Te exponen «al ridículo». Ante esto, me turba mi vieja sensibilidad para el ridículo. Muchos de mis pecados tu– vieron ahí su raíz. He cometido muchos actos, porque su omisión me hubiera puesto en pe– nosa evidencia. Y he desistido de otros mu– chos, porque su ejecución suponía arrastrar el peligro de una ironía.
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