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SEXTA ESTACION: La Verónica enjuga el rostro de Jesús « Tan desfigurado estaba su rostro, que no parecía ser de hombre» (Is . 52 ,14) . Os adoramos, Cristo, y os bendecimos . Porque por vuestra Cruz redimiste al mundo. Señor, el retrato que legas a la Humanidad es el de una faz ensangrentada y escarneci– da. Es mejor así, pues la sangre y las ignomi– nias velan el esplendor de un rostro cuya pu– reza se nos haría insostenible a los humanos , rotos y con maldad abundante en el corazón . Sin embargo, esta cara sangrienta que se perpetúa hasta el fin, esta presencia TUYA en la abyección, ¿se puede soportar?, ¿no re– sulta más patética y denunciadora que tu pro– pi a luz incontaminada de Dios augusto y ma– jestuoso? Tu presencia, Señor, en los oprimidos y hu– millados , en todos los que sufren, arguye con– tra mi pasividad, contra mi existencia plácida , contra el sosiego en que vivo. Señor, pequé. Tened misericordia de mí y de todos los pecadores.
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