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que sí debía tener en mente es que el poder civil lo era todo. Los Cofrades tomaron con muchaaaa cal·– maaaa el asunto y , después de tiempo, le di– j eron que ahí t enía las Ordenanzas . Qué vió , qué no v ió, no sabemos . Lo que sí hizo fu e de– jar en paz a la Hermandad. Y hablando ya de curiosidades, otra . [n un libro de Actas de una de las muchas Hermandades que existían por aquél entonces en Mcnzanares , se nombra la «imagen» y la «CofL~día» del «Santísimo Cristo Arrodillado» que, co,1juntamente con otras dos «cofradías» (la del Santísimo Cristo de la Columna y la de San Juan Ev.::mgelist a), compartían el rec into sacro de la erm it : c.: _] «Vera Cruz» para reali– zar sus cu itos. r: -"~ pasaba por 1801. Y con estos dimes y diretes, zancadas y zancadillas , llegamos al 1902. El cambi o de Ordenanzas era urgente. El excesivo número de cofrades había roto los minúsculos reci – pi ent es legis lat ivos . ¿ Cómo se iba a cumplir, - un ejemplo-, con las 36 misas pa ra cada «hermano» mue rto? Nada , que era prec iso la renovación. Una renovación, ¡ojo!, que no quedó en la superficie de cambiar la denominaci én de «Or-
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