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¿ Y en algo tan sencillo la gente de Manza– nares quería vivir y morir? No sé qué pensa– rán ustedes, lectores , pero la Historia - así en mayúscula , porque para cualquiera de Manza– nares lo que aquí ha pasado y pasa t iene im– portancia magna~ dice que sí, que en esta ermita la gente pasaba buenos ratos de su vida y quería descansar tras la muerte. Cuen– tan que a partir de 1785 se practicaron pero que muchos ente rramientos , sobre todo de niños. Hasta comienzos del siglo XIX esto se ha venido haciendo. No quería destacar nombres , pero . .. En 1784 se enterró en la ermita a María Chinchilla y dos años después ( 1786), a Ana Camacho . ¿ Y cómo olv idar que a comienzos del siglo XX fueron sepultados los restos del párroco Soto– mayor al pie del altar mayor? Para que los his– toriadores no se devanen los sesos: esto ocu– rría en octubre de 1911; los restos estaban an– tes en la ermita de « Nuestra Señora de Gra– cia», y en el nuevo lugar se colocó esta lápida: « El Rvdo . señor Fray don Pedro Alvarez de Sotomayor y Rubio -Caballero de la Orden de Calatrava- Rector y Cura Pro– pio de esta Parroquia- farleeió el 2 de enero de 1822 -R .LP.- Homenaje de es– ta Fidelísima Ciudad a su defensor en la Invasión francesa.»

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