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ron algunos de los obstáculos que determinaron la interrupción del proceso. Hubo intentos de continuar los procesos en 1630, 1673 y 1677, hasta que en 1724, Inocencia XIII ordenó el gran proceso non cu/tu en Villafranca del Bierzo que duró trece meses y estuvo presi– dido por el abad de la colegiata, don Miguel Alfonso Flores de Omaña. Y el 15 de agosto de 1769, Clemente XIV mandó leer ante el público solemnemente el decreto que aprobaba las virtudes del siervo de Dios en grado heroico. El 25 de junio de 1775 se dio lectura al decreto que aprobaba el pri– mer milagro del futuro beato. En Nápoles un cirujano, Pedro Ciofo, fue llamado a sangrar a Eugenia de Apuzo, con tan mala fortuna que cortó con la lanceta no sólo la vena, sino también la arteria. Ante la imposibilidad de poder evitar la hemorragia se le aplicó un pañuelo de los utilizados por San Lorenzo para secarse las lágrimas. Al ins– tante curó la hemorragia y se cerró la herida sin que apareciera man– cha alguna de sangre en el pañuelo y sin que apareciera señal de cica– triz, como si nada hubiera ocurrido. El 8 de enero de 1783 se publicó el decreto que aprobaba el segundo milagro. Clara de Cossaghis, natural de Abiagrasso (Ylilán), sufría un cáncer de pecho. La llaga casi descubría el corazón. Los médicos lo daban por incurable. En medio del sufrimiento la enferma ofreció ayunar a pan y agua tres sábados y visitar en esos días la iglesia de los capuchinos. A partir de entonces fueron cesando los dolores. La herida se cubrió y la piel quedó perfectamente extendida sin cica– trices. Quedó una marca como una rosa encendida que señalaba el lugar donde había estado el mal. El 23 de mayo de 1783 expidió Su Santidad Pío VI la bula de beati– ficación, que comienza lllustrium pietate, señalando el día 1 de junio para su beatificación y concediendo licencia para rezar al beato el 7 de julio con oraciones propias. La concesión se extendió a la Orden Capuchina y a las ciudades de Villafranca del Bierzo, Lisboa y Brin– dis. Un año después, un nuevo milagro ocurrido en España permitió que se introdujese la causa de canonización. Angélica Salat yTrull, de Cerrera (Cataluña), padecía una forma de dermatosis con erupción e inflamación ulcerosa en todo el cuerpo. Desahuciada por los médi- 59

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