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Al poco de su muerte fueron muy frecuentes sus apariciones. Cuenta el padre Marquina que en España se sabía que se había apare– cido varias veces al rey Felipe III y así consta en las declaraciones de los procesos de beatificación. Las monjas del convento de La Anun– ciada declararon en los procesos llevados a cabo en Villafranca haber visto al santo en su hábito de capuchino pasearse por el dormitorio echando la bendición a todas. Y en otra ocasión, habiéndose caído las tapias de la clausura y quedado ésta abierta, vieron al siervo de Dios guardarla y defenderla con una lanza en la mano. He aquí a las guar– dianas del santo guardadas y defendidas por él. En Villafranca tuvieron lugar por intercesión del santo muchas curaciones milagrosas como la de don Antonio Armesto y Valcárcel, doña María Pérez, sor Agustina de San Juan, don Fernando de los Ríos, don Alonso Yáñez y Abaúnza, doña María Díaz de Quitán y otros muchos. Estando esta hermosa villa en el Camino de Santiago, es más, siendo uno de los más señalados puntos de la ruta jacobea, por ser su bellísima iglesia de Santiago el único lugar en todo el reco– rrido donde puede ganarse el jubileo en caso de enfermedad, no es de extrañar que el santo obrase un milagro en un peregrino. Un joven natural de Villafranca y vecino de Ponferrada, llamado Antonio de Robles, quiso llevar para hacer la peregrinación a Santiago un peda– cito del hábito de San Lorenzo. Al cruzar un río muy crecido tuvo que pasar unas vigas muy estrechas. En el medio del puente cayó al río. Viéndose en peligro se encomendó a San Lorenzo y entonces sintió que le cogieron de la mano sin que viera a nadie. Y aún se señala que con aquella reliquia habría de obrar otros prodigios, sanando a un niño de siete años. En consecuencia, llovieron las peticiones de apertura del proceso de beatificación por parte de muchos príncipes y prelados; a la cabeza de todos ellos el duque de Baviera. La muerte impidió que Gregario XV, que había conocido y admirado a San Lorenzo en sus relaciones diplomáticas cuando la paz con el duque de Sabaya, iniciase la causa. En 1624, tan sólo cinco años después de la muerte, comienzan los procesos en Villafranca del Bierzo, y luego en Mónaco, Nápoles, Génova, Venecia, etc. La guerra de los Treinta Años, dificultades eco– nómicas, modificaciones importantes de la legislación canónica, fue- 58

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