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miento. Al fin se encontró uno que pidió por su trabajo la enorme suma de 300 reales. Abierto el cuerpo comenzó a despedir un olor suavísimo que inundó el recinto, sin que apareciesen, conforme a los conocimientos de la época, señales de descomposición. El corazón que era grande fue partido en dos. Una mitad fue llevada al duque de Baviera, la otra al monasterio de Santa María de los Ángeles que había fundado San Lorenzo en el solar de su casa natal, en Brindis. En cuanto a los restos se levantó un litigio sobre quién debía poseerlos. Los padres franciscanos observantes lo reclamaban como hijo de San Francisco que era. Los capuchinos que acompañaron al santo manifestaron su deseo de llevarlo a su convento de la orden. Otros defendían que por su condición de embajador pertenecía a la capilla real. El marqués don Pedro de Toledo falló el litigio en su pro– pio interés. Había fundado para su hija María de Toledo un convento de franciscanas descalzas en su señorío de Villafranca del Bierzo. Allí decidió enviar en secreto, y previa autorización del rey, el cuerpo de San Lorenzo. Sobre las circunstancias de la fundación de este con– vento hablaremos más adelante en otro capítulo, de momento dire– mos que San Lorenzo había prometido a doña María de Toledo darle sus restos, como única herencia que dejar podía al mundo en el sepul– cro y así se cumplió . El cuerpo de San Lorenzo fue trasladado desde la iglesia de San Pablo en Lisboa, próxima al palacio que allí tenía don Pedro de Toledo, hasta el convento de La Anunciada, de Villafranca del Bierzo, con acompañamiento de escolta armada al mando de don Juan Ortiz de Salazar, quien llevaba una carta del marqués a su hija en la que le daba noticia de la personalidad y santidad de aquel cuerpo, más otra para el cura de la iglesia de Santiago. Además llevaba un cua– dro de tamaño casi natural en el que se representaba al santo en su lecho de muerte, de dos que hizo sacar don Pedro de Toledo junto con otros más pequeños, al objeto de que fuera identificado el cuerpo a su llegada (12). (1 2) La circunstancia de llevar escolta armada y este hecho del retrato hace pensar que tal vez hab ía un temor mayor que el qu e pudiera venir a unos religiosos celosos de conservar el cuerpo del santo. 53
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