BCCCAP00000000000000000000810

CAPÍTULO X MUERTE Y ENTERRAMIENTO Desde el 13 de junio de aquel año de 1619, la salud de San Lorenzo venía agravándose. No quiso don Pedro de Toledo que su amigo se alojase en otro sitio que no fuera su palacio de Lisboa. A su lado lo cuidó y atendió. Su majestad el rey quiso ir a visitarlo , pero se le recordó que no estaba bien visto que un rey fuese a visitar a un emba– jador. Felipe III protestó diciendo.que él no iba avisitar a un embaja– dor, sino a un santo. Pero tuvo que conformarse con enviar diaria– mente una persona en su nombre para interesarse por ~a salud del enfermo, incluso puso a disposición del padre Brindis sus médicos personales. El día 19 de julio hizo testamento, dejando al duque de Baviera la cruz que portaba al cuello. Al marqués de Villafranca le dio objetos personales como eran el breviario y los lentes. Todas estas cosas que dejaba nada valían por sí, pero tenían el valor de la santidad, eran ver– daderas y auténticas reliquias. Para una hija del marqués, joña María de Toledo, a quien la Providencia destinaba para guardiam. y custodia de sus huesos, le había dado en vida un retrato o medallón de la Vir– gen Santísima, que habría de dar nombre, como veremos, al convento donde se veneran los restos de San Lorenzo. Se dice que en el lecho de muerte insistió en su embajada que le había llevado a Lisboa, mandando decir al rey que había d~cho la pura verdad y que estaba en peligro el reino de Nápoles. Haciendo reci- 51

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz