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que emplazaba al rey al tribunal de Dios antes de dos años, e incluso también al Papa Pío V por no mover un dedo para lograr la interven– ción de Felipe 111 en defensa de los napolitanos. En efecto, no trans– currieron dos años entre la muerte del santo y las del rey y del Papa. Felipe 111 antes de morir levantó su queja al confesor padre Aliaga por el mal gobierno que había hecho de su conciencia, e hizo prome– ter a su hijo, futuro Felipe IV, remediase la injusticia. Así lo hizo. El duque de Osuna fue arrestado y recluido en el castillo de Almeda, donde murió el 25 de septiembre de 1624, humillado, afligido y des– moralizado. Felipe III, rey de t·spa11a, amigo de San Lvren::v. (Vl'icizque::, Museo del Prado). 50

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