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que pase luego acá, os encargo y mando le ordeneys que se vengan sin perder tiempo que en ello seré muy servido. Y avisaréisme de cómo lo huvieredes executado». Cuanto más avanzaba San Lorenzo, más veía el de Ost:.na peligrar su cargo. Puso en movimiento a sus hombres de confianza, entre quienes se encontraban Luis de Córdoba y Francisco de Quevedo. Encarga a este último gestione en Roma una visita con el Secretario de Estado del Vaticano, y más tarde le hace trasladarse a España para de nuevo comprar voluntades y hacer publicar un memorial en el que hace correr la voz de que el padre Brindis era un traidor q.ie se había vendido a la causa de Venecia. Felipe 111 se encontraba en Lisboa, donde había convocado Cor– tes. Allí tiene que trasladarse Srn Lorenzo y allí aparece también Quevedo. Las penalidades del camino y el rigor de su disciplina habían quebrantado enormemente la salud del santo. Por el miedo de que no llevase a término su embajada, se le designaron dos compañe– ros de viaje. Por fin se entrevista con el rey, a quien hace entrega de un memorial en nombre de los napolitanos. En él se pueden leer frases como éstas: «Se ha perdido el respeto a Dios y a la religión... Vase per– diendo el amory aun el respeto a nuestro Rey... Veese la nacién española arrinconada y despreciada». Tras exponer los lamentables sucesos del reino, termina diciendo: «Esto representa, para cumplir con su Majes– tad, lo que debe un verdadero y.fiel vasallo, conforme a la ob/igación que tiene, no estimando el peligro en que se mete». lQué peligro era ése en que se había metido? Sin duda, el de la pro– pia vida. Aunque San Lorenzo estaba muy enfermo, sin embargo convenía al duque abreviarle la vida. Pero dejemos para más adelante las circunstancias de la muerte del santo para hablar de lo que trató con el rey. Un manuscrito anónimo, titulado Sucesos dei año 1620, señala que el padre Brindis llegó a vaticinar la muerte del rey en pocos meses en el caso de que no hiciese justicia y que el rey se c:mmovió y propuso llamar al duque, pero las circunstancias que le :iabían lle– vado a Lisboa, entre las que figuraban la jura del príncipe heredero, le distrajeron de este propósito que no llegó a realizar. A los pocos días muere San Lorenzo, pero antes entregó al mar– qués de Villafranca un escrito para hacerlo llegar a su majestad en el 49

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