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al santo antes de su matrimonio con Felipe III. Algunos autores seña– lan que en ese tiempo San Lorenzo fue su director espiritual, e incluso hay quien afirma que recibió de sus manos la primera comu– nión. Lo cierto es que un tiempo antes de su nombramiento como embajador, San Lorenzo de Brindis había solicitado de los reyes de España una ayuda financiera para levantar en Brindis, en su casa paterna, la iglesia de Santa María de los Ángeles. Con tal motivo, en julio de 1607, envió al rey una imagen de la Virgen, que le había rega– lado Guillermo de Baviera, y a la reina un bello crucifijo; ambas cosas las había llevado el santo consigo y ante ellas había orado. Respondie– ron los reyes a la petición del santo con donativos, y éste lo agradeció con nuevos presentes; en esta ocasión, un cuadro de gran valor para el rey y una corona confeccionada con una reliquia de San Francisco y un agnusdei para la reina. No es de extrañar, pues, que la elección del santo como embajador agradara a todos. Tenía entonces San Lorenzo cerca de cincuenta años y padecía muchas indisposiciones : dolores de estómago, renales, artríticos y sobre todo, la gota. Con todo y con eso aceptó entusiasmado la emba– jada. Con una instrucción del embajador español, en la que le adver– tía que cuidara su salud no fuera a fracasar la embajada por esta causa y le recomendaba aquellas personas con quienes debía tratar del asunto en Madrid, más dos memoriales de Maximiliano de Baviera, uno de ellos secreto, vino a España. Cumplirá su embajada con tal celo y éxito que según se declara en el proceso de beatificación era cosa cierta y notoria que aquella Liga tuvo su origen, después de Dios, y fue instituida por obra de San Lorenzo. Así lo afirma un testigo presencial que oyó de boca del duque de Baviera estas palabras: «Toda la Germaniay toda la cristian– dad tienen perpetua obligación al padre Brindis, porque por medio de él se ha hecho la Liga Católica de la que se ha derivado tanto bien como se puede ver». En efecto, cuando los protestantes vieron la amenaza y el poder de los príncipes católicos, pidieron la paz. Entonces volvió a brillar San Lorenzo con su oratoria. Asistió a las Dietas que se formaron para dar fin al conflicto. Tuvo en aquel Con– greso de Praga la doble representación de legado y nuncio de Su Santi– dad y embajador del rey de España. Con su palabra venció a los orado- 36

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