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CAPÍTULO VII Ir PATRON DE LOS Ir DIPLOMATICOS Veamos ahora algunos aspectos de la vida de San Lorenzo que le han merecido con toda justicia el título de Patrón de los diplomáticos. Fue Maximiliano, duque de Baviera, el primero que le nombró su embajador con objeto de tratar ante el rey de España la creación de una Liga Católica contra los herejes, que por su parte estaban armán– dose y preparando un bloque que llevaría el nombre de Unión Evan– gélica. En estas circunstancias, la persona que debía tratar el asunto con el rey Felipe III, cuyo apoyo se consideraba decisivo por el presti– gio de sus ejércitos, debía ser alguien en quien no recayera sospecha, pues la embajada debía llevarse con la máxima discreción para no ofrecer al bando contrario el pretexto para hacerse la víctima y pare– cer como legítima la constitución de la Unión Evangélica. Fue así nombrado embajador San Lorenzo de Brindis, que por otra parte era el principal promotor de la creación de la Liga Católica. El Vaticano, que aparentemente guardaba las formas, autorizó el nombramiento . El embajador de España en Praga, Baltasar de Zúñiga, admiró la propuesta, pues se trataba de un súbdito español, lo cual no dejó de advertir al rey Felipe III. Por demás, el nombre de Lorenzo de Brindis era muy conocido en la corte. Hay algunos indi– cios de que la reina Margarita de Austria hubiese conocido y tratado 35
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