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Baviera, seguro del apoyo de España y de la Santa Sede, intentó por consejo de su amigo San Lorenzo la creación de la Liga Católica con– tra los protestantes, y comenzó a organizar tropas. Para vicario cas– trense pensó en el capuchino y así lo solicitó de Roma. El 2 de octubre de 1610, un Breve de Paulo V le nombra oficialmente capellán militar del ejército de la Liga Católica. En atención a su precario estado de salud, se le dispensaba de la austeridad de la Cuaresma y de los fre– cuentes ayunos de la regla, y se le informaba de la satisfacción del Papa por cuanto había hecho en servicio de la religión católica. Sin embargo, no hubo lugar al enfrentamiento armado porque los protes– tantes, que a su vez habían constituido la Unión Evangélica, temiendo el conflicto, negociaron la paz. No obstante veremos de nuevo al padre Brindis entrar en batalla. Esta vez en el ejército de su soberano Felipe III, en las luchas que el gobernador de Milán, don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, sostuvo contra el duque de Sabaya. Aquí también sirvió el santo no sólo con la acción, sino también con el consejo. Reunidos los oficia– les, eran partidarios de buscar al ejército del duque y presentar bata– lla. El marqués manifestó entonces: «He oldo a los hombres, quiero ahora olr lo que nos dice Dios por fray Lorenzo». Éste aconsejó que aquella noche se anduvieran con cautela porque el enemigo inten– taba una emboscada. A la mañana siguiente, saliendo el ejército de Candía, al pasar el puente de Vileta, advirtió el santo a su amigo el marqués que anduvieran con cuidado. Mandó éste reconocer el campo y a dos millas encontraron emboscado al duque de Sabaya con su ejército . Al verse sorprendido, emprendió la huida. Del ejército español murieron 25 hombres, de los contrarios 560. El santo, en medio de la escaramuza, estuvo confortando y animando a los solda– dos y dando su bendición a todas partes, animando grandemente a la gente. Aún avanzó nuestro ejército en persecución del saboyano, que iba talando y quemando cuanto podía servir al ejército español, hasta que después de algunos meses se volvieron a encontrar ambos ejércitos en Avertolas, cerca del río Dora. Aquí se repitieron los prodigios de Alba Real, sin que las balas enemigas dañaran al santo. La victoria fue para el marqués de Villafranca. Murieron más de cinco mil enemigos 28

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