BCCCAP00000000000000000000810

CAPÍTULO IV PREDICACIÓN A LOS ... JUDIOS Por un breve de Sixto V se había concedido a los judíos residentes en Roma el derecho a ejercer el comercio y cualquier profesión, a cambio de contraer la obligación de asistir en tres solemnidades al año a la predicación cristiana. Clemente VIII amplió la predicación haciéndola semanal. Por otra parte, dispuso que la asistencia fuera de una tercera parte de la población judía alternativamente. Para la delicada misión de predicar a los judíos se hacía necesario confiar en una persona que poseyese a la vez que un gran dominio de la lengua hebrea un profundísimo conocimiento del Antiguo y Nuevo Testamento . Por eso pensó Clemente VIII en Lorenzo de Brindis, quien reunía a las mil maravillas estas dos cualidades. Es más, poseía la síntesis perfecta de las dos, pues se tiene por cierto, toda vez que así lo manifestaba el propio santo, que Nuestra Señora le enseñó la lengua hebrea para mejor inteligencia de la Sagrada Escri– tura. San Lorenzo subía al púlpito llevando varios libros en hebreo. Leía uno o varios textos, causando la admiración de los judíos que quedaban impresionadísimos al oír los pasajes bíblicos en su original con un acento tan perfecto. Seguidamente les explicaba el pasaje y refutaba los argumentos de la sinagoga también en hebreo. Verdade- 21

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz