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caballería para llevar los bultos. Todo ello a pesar de que por entonces comenzó a padecer la gota. Tras viajar con lluvia, nieve o frío unas veces, y otras con calor asfixiante, descansaba en tablas. Tampoco dejaba de ayunar. Si la comida era exquisita la probaba por cortesía y luego mandaba que la repartieran entre sus compañeros. Cualquiera que fuese la hora en que llegaba a un convento, acudía al coro al pri– mer toque de campana. En la biografía de San Lorenzo, del padre Rossi, se cuenta que visi– tando la provincia de Cataluña, después de haber presidido en el Con– vento del Monte Calvario el capítulo provincial, llegó a un convento, donde un ilustre personaje eclesiástico, que no se nombra, había mandado construir, para enterrarse en él, un sepulcro muy suntuoso y magnífico, con una arrogante estatua que le representaba. Había mandado también que después de su muerte se celebrase un aniver– sario con gran pompa y solemnidad. Se encaró entonces con el perso– naj e en cuestión para que lo quitase, y como éste se negase, mandó luego a los frailes «con precepto de santa obediencia que luego des– amparasen el convento por no ver manchada la pobreza santa y ofen– dida la simplicidad capuchina» (5) . Tuvo, pues, que rectificar y obede– cer su vanidosa ilustrísima. Mal se avenía la humildad seráfica del santo capuchino con el orgullo español de la época. Pero no digamos nada cuando eran los propios frailes quienes habían hecho exhibición de grandeza, lo cual ocurrió, según las mismas fuentes, en otro convento, cuyo nombre también se calla, el cual tenía superfluos celajes, claustros, celdas y dependencias mejores y más adornadas de lo que permiten las leyes capuchinas. Quiso el padre Brindis corregir al religioso responsable de la construcción de aquel convento, y cuando le dijeron que había muerto, exclamó: !Oh, mi Dios, perdonad a este pobre religioso, que sin duda no sabe lo que se ha hecho!» Y se dice que por influencia del santo el edificio vino a tierra (6). (5) De la pompa y boato puesta de moda en el enterramiento de los nobles españo– les, nos da testimonio burlesco nuestro escritor, contemporáneo del santo, Francisco de Quevedo, de quien hablaremos. (6) No ha sido aclarada la identidad de estos conventos. Carmignano sostiene que este y el siguiente suceso ocurrieron ambos en Calatayud. 17

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