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CAPÍTULO III HONRA Y PREZ DE LA ORDEN CAPUCHINA Se ha dicho que San Lorenzo es «la figura más emineme de la familia franciscana de los capuchinos» (3). Fueron muchos los cargos que ocupó el santo en la Orden, desde lector y maestro de novicios, pasando por los provincialatos de Tos– cana, Venecia, Suiza, varias veces definidor general, comisario gene– ral en Praga y en Baviera-Tirol, visitador general del Piamonte, etc., hasta ocupar desde 1602 a 1605 el más alto cargo de General de la Orden Capuchina. Durante su generalato, que fue el vigésimo cuarto, vivían en el seno de la Orden tres grandes santos: San Fidel de Sigma– ringa, San José de Leonisa y San Serafín de Montegranario. Todos los cargos los ocupó en virtud de obediencia (4), pues para fraile tan humilde y amante de la contemplación de las cosas divinas y que tanto buscaba en la soledad el goce y disfrute de Dios, los cargos venían a ser pesadas cargas. Sin embargo, cualidades no le faltaban. El padre Brindis, como se le conocía, además de poseer don de lenguas tenía don de gentes. A todos agradaba con sus amenas maneras, trato afable y cordial sencillez. (3) Monseñor Margiotta, arzobispo de Brindis: Discurso pronun;;iado en la ciu– dad de Bari el año 1960 con motivo de las solemnes celebraciones habidas en dicha ciudad en honor de San Lorenzo de Brindis. (4) Se dice que incluso el sacerdocio lo recibió por obediencia. 15
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