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Aplicando esta portentosa cualidad a su afición por las Sagradas Escrituras llegó a aprender la Biblia tan de memoria que citaba pasa– jes del Antiguo y Nuevo Testamento con indicación del libro, capí– tulo y versículo. Se lee en la suma de los procesos de beatificación que en sus conversaciones, en sus escritos y en sus sermones ya no citaba texto de la Sagrada Escritura, sino que la hablaba como si fuera idioma nativo, usando de ella con la mayor facilidad y propiedad en todas sus partes. Así vemos que sus escritos están maravillosamente repletos de oportunísimas y abundantísimas citas bíblicas, tan bien trabadas en el texto que ni distraen ni cortan el discurso, antes bien lo adornan y enriquecen bella y admirablemente. El propio santo llegó a decir que si hubiera desaparecido la Biblia, él hubiera vuelto a escri– birla toda entera. Pero no sólo se aplicó al estudio de las letras divinas, sino también de las humanas. Lorenzo es hombre del Renacimiento, un huma– nista. En su inquietud entran todos los saberes de la época. Gran conocedor de los clásicos, poseía también conocimientos de múlti– ples saberes: en su admiración hacia la creación deja traslucir los conocimientos de la astronomía de su tiempo; su experiencia de la guerra le acredita como gran conocedor de la estrategia militar; su paso por las cortes de Europa lo convierten en un gran conocedor de la psicología y el comportamiento de los hombres, de cuyos ejemplos se sirve en sus discursos, etc. Pero ante todo sobresalió en el dominio de las lenguas. Hablaba a la perfección, además del italiano y del latín, el español, francés, alemán, hebreo, griego, caldeo y asirio. Filólogo nato, en su obra Explanatio in Genesim, hace una disertación intro– ductoria para mejor comprensión del texto sagrado, que es un tratado resumido de estilística, en donde se definen las principales figuras literarias. El estudioso que se acerque a examinar sus manuscritos verá con admiración la perfección y el cuidado con que trazaba la cali– grafía hebrea, prueba evidente de sus profundos conocimientos de esta lenguan en la que tan importante es la claridad de los trazos para la diferenciación de los signos (2). (2) Debemos esta observación a nuestro amigo Eduardo Otero Pereira, estudioso del hebreo de San Lorenzo. 12
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