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Nada de peregrinaciones colectivas, nada de slogans turísticos. Este Santo Cristo gusta de intimidades per– sonales: un tú y yo secreto con resonancia de eternidad. ¡Cuántos, atraídos por su valor artístico extraordi– nario, han venido con pretensiones turísticas, "!J' han topado, no sólo con la imagen, sino con Cristo! Y en un amable careo en la intimidad de su concíancia, muchos se han hallado a sí mismos y se han visto a la luz de la eternidad. Entonces le han gritado ccn an– siedad: "Cristo, ayúdame, que perezco". Y se ha obra– do el milagro de la Paz en sus almas. ~ écl11UJ,& 4i J. a-H.to C'a-i&to de ee f)a,,a_do Cristo que vives de amor y de la muerte más pura, escucha a este viador que llega a tu sepultura con la primera ternura y el penúltimo dolor. Te adoro porque estás muerto, y eres Dios, bello y despierto, que hiciste extátíca flor de tu muerte por amor. 69
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